Un Lugar Para Vivir

Me dijiste que me quedara a vivir en tu corazón, “¿dónde exactamente?” pregunté, y sin pensarlo me ofreciste gentilmente tu ventrículo izquierdo: “ahí seguro que te sientes cómoda” dijiste.
Entonces ocupé ese ventrículo ¿Cómo no iba a sentirme allí cómoda? Un espacio vivo y caliente, mecido con un vaivén continuo a compás de latidos suaves y armónicos, un lugar a mi medida, dijiste, y yo me metí en él a través de tus ojos y me sentí en casa. Era el refugio que necesitaba.
Pasaron meses, años y me adormecía al amor mientras me sacudía en tu centro vital, donde la luz de Sirio era permanente.
No me di cuenta del golpe de sangre que me arrojó en una sístole salvaje aorta arriba. Cuando reaccioné, navegaba aturdida por el torrente sanguíneo rodeada de células burlonas, blancas y rojas, que me indicaban la salida a una circulación periférica, eso decían: periférica. Pasé del centro a la periferia perdiendo por el camino luz en polvo, nada de estrella, presencia viva.
Me dijiste que viviría siempre en un rincón de tu ventrículo. Pero estoy aquí, atascada en un lagrimal por donde finalmente debo salir a chorros de tu vida.
¿Y porqué me acuerdo ahora de esto? Hoy no veo la luna llena, ya es marzo y dentro de poco será mi cumpleaños.
Eso es todo, y es de noche.

Parte final.
En el verano del 2023.

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