Dama Caminante

Se encontró una dama caminante de sombra incierta, de nombre hermoso.
Se encontró en una encrucijada de la vida, sus temores eran casi tan grandes como sus amores. 
Aquella dama que bien caminó por muchos caminos, no supo que dirección tomar…
Se encontró en la desdicha de elegir entre lo más efímero y lo más real, entre la batalla de sus sueños y el descanso de su alma.
Aquella dama caminante reflexionaba sobre lo incierto y sobre lo real de su posible vida según el camino que elija.
Los días pasaban y la sombra de aquella dama caminante se disipaba en el ocaso de un invierno que nadie puede acordarse; la tierra donde la dama reposaba se hacía cada vez más nada y en esa misma nada era donde aquella dama caminante tenía que elegir.
Fue allí que miró por la ventana rota de su alma y observó un desastre, el más desastroso de su encrucijada y comprendió su triste realidad.
Decidió reposar en la sombra de su misma soledad y quedar muda con el tornado que envolvía su mente.
Decidió hablar con sus ojos y decir con lágrimas a su Creador que ya no podía más, que necesitaba descansar, que solo quería desterrar su patética y miserable realidad y su infame desorden mental.
Ya no más lágrimas gritaba la dama caminante, no más lágrimas decía con rabia y ya no más era el eco que rechinaba en su alma.
Lo trágico de todo esto es que la dama caminante tubo que lidiar con su dolor una noche más de las mil que ya pasaron.

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