Ese es el problema,
hace mucho dejé de acostumbrarme a lo que no me gusta.
No me quedo, no me obligo, no me permito estar
en lugares, momentos o emociones que me apagan.
Aprendí a irme.
A no comer lo que amarga,
a no vestir lo que pesa,
a no vivir lo que no vibra conmigo.
Como dijo un buen autor:
*»Nada se repite. Ni los buenos momentos, ni los buenos amigos,
ni la vida, ni el amor. Todo se vive una sola vez.»*
Y yo decidí vivirlo bien.
Decidí no resignarme a lo que me duele,
no acostumbrarme a lo que me rompe.
Lo aprendí con un amor.
Uno que me enseñó que ni un cambio de tono,
ni un silencio hiriente,
ni un mal rato merecen repetirse.
Porque lo vivido no se recupera.
Y yo no estoy para perder más instantes
en esta vida que ya me ha costado bastante.
No estoy para aguantar lo que me apaga,
lo que me roba el brillo,
lo que me arranca la dicha de estar viva.
No me acostumbro.
Me elijo.

Belleza de escrito.