Huellas Que No Vuelven

Hoy borré nuestra conversación. 
Antes de hacerlo, la leí de principio a fin.
Fue como ver una semilla abrirse, 
verdear, florecer, y luego morir en el otoño. 
Todo pasó con una velocidad que asusta, 
y otra vez me visita la frase: 
“Lo que llega sin raices se va sin dejar sombras»
Rescaté algunas líneas, 
fragmentos que parecían poemas, 
y luego pulsé “borrar”. 
No éramos nada. 
Nunca fuimos más que palabras flotando, 
un amor imaginado para no ahogarnos en lo real.
Las conexiones fugaces no son pecado, 
pero con los años aprendes 
que el amor se construye, 
que la honestidad con uno mismo 
es la única forma de no herir a otros. 
La responsabilidad afectiva no es silencio, 
es despedirse con gratitud, 
no confiar en que el olvido haga el trabajo sucio.
Ignorar es negar lo sentido. 
Es violencia suave, pero violencia al fin. 
No se trata de héroes ni villanos, 
sino de no dejar corazones en ruinas.
Nadie sale intacto de un encuentro, 
aunque haya durado dos atardeceres. 
Lo cruel no es entrar en otro corazón, 
lo cruel es irse sin recoger el desorden.

Hoy borré los mensajes, 
como quien borra las huellas 
que alguna vez lo guiaron hacia alguien. 
No para olvidar, 
sino para no volver jamás sobre esos pasos.

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